Editorial

Negando lo obvio.

David Irving, es súbdito británico, escritor de cierto renombre y negacionista declarado. Ha planteado en más de una oportunidad que Hitler no sabía las barbaridades de su régimen, las que en el peor de los casos, fueron excesos de mandos medios y no una política de Estado.

Otros negacionistas del Holocausto judío incluso van más allá y niegan la existencia misma de las cámaras de gas, los muertos, las persecuciones y los hornos. La Solución Final fue solo un invento de la propaganda aliada bien aprovechada por la conspiración judía y jamás, jamás de los jamases, una realidad vista y vivida por millones.

Para difundir esta postura, se valen de una serie de obras, documentales, películas, charlas y toda la panoplia de herramientas de comunicación que están al alcance de cualquier grupo de presión.

Pasa lo mismo en Turquía, donde aún se niega el holocausto armenio en tiempos del Imperio Otomano o el Holodomor ucraniano y otras muertes culposas en la URSS, especialmente en la época más dura del estalinismo. Japón reconoció crímenes de lesa humanidad en China y el sudeste asiático tras muchos años de negación desde sus más altas esferas políticas.

Al ver las obras de difusión de los negacionistas, inmediatamente a uno le saltan los tapones al percibir la total contradicción, el abierto divorcio, entre las pruebas documentales públicamente conocidas y los planteamientos de estos grupos.

Es como que te digan que es de noche cuando el sol campea en el cielo, es la negación de lo obvio, que se justifica, cuando se queda sin argumentos, en la conspiración del enemigo.

Hoy se estrena “Pinochet”, un documental sobre la obra del último presidente de facto que tuvo nuestro país. Estarán presentes tantos los Irving de Pinochet, que niegan su responsabilidad y culpan a los mandos medios de las barbaridades de la dictadura, como también los negacionistas extremos, aquellos que derechamente niegan la existencia de Tres y Cuatro Álamos, Londres 38, Villa Grimaldi y los cadáveres del patio 29.

A mí no me molesta su exhibición. Los negacionistas del mundo tratan de decir que es de noche con el sol brillando, tratan de ocultar lo que es visible para aquel que abra los ojos, tuercen y retuercen, churriguerescamente, los datos disponibles para al menos sembrar la duda. Es como quien se niega a reconocer que los regalos de navidad los compran los papás, y que definitivamente no los hacen los enanos del polo norte.

No me molestan, porque quedan en evidencia por lo burdo del juego, por la enorme distancia entre su discurso y lo que miles vieron y vivieron en Chile. Y en Palestina, Armenia, Ucrania, la URSS, China, Buchenwald, la Manchuria japonesa y tantos otros en la historia de la Humanidad.

No me molesta porque un negacionista, al final del día, siempre queda de mentiroso.