martes, 15 de febrero de 2011

Jackie V y la asepsia politica

En política, rara vez se verá una operación completamente aséptica. Siempre hay costos de oportunidad y en caso de la intendenta Jacqueline van Rysselberghe no escapa a esta regla. Cargo de confianza del Presidente, los intendentes traspasan, de algún modo, sus aciertos y errores directamente a La Moneda.

Jacqueline van Rysselberghe es un caudillo de la zona de Concepción. Concejal, alcaldesa y actualmente intendenta, la siquiatra es parte de una familia con tres generaciones ligadas a los cargos de poder en la región penquista. Además, en su palmarés político, ha sido vicepresidente de su partido, la UDI, en dos oportunidades. Es justamente esa combinación la que ahora la tiene metida en un zapato chino y por extensión, a La Moneda también.

Independiente de los dichos y actos potencialmente constitutivos de delito y éticamente reprobables, queda al descubierto, por un lado, la eterna pugna entre RN y la UDI por lograr la hegemonía en la derecha chilena e imponer sus, no pocas veces, divergentes puntos de vista y por otro, una forma de gobernar caudillista que nos remonta a los años previos a la reforma agraria, cuando el voto era permanentemente coaccionado.

Hoy, en teoría, debería saberse el destino de Jacqueline van Rysselberghe a la cabeza de la intendencia del Bio-Bio. Renuncie, se quede o le pidan la renuncia, habrá costos políticos que marcarán el destino de este gobierno para los tres años que quedan.

Si hoy se anuncia que la intendenta sigue en el cargo, las señales irán por el lado de que la UDI logró blindar a su militante y evitar que sus dichos empañaran su carrera política. Este “balanceo a la derecha” del eje del poder en la Alianza se traducirá, indefectiblemente, en espacio para negociar cargos y candidatos en los días venideros, mas cuando tenemos pronto las municipales el 2012 y los partidos ya empiezan a calentar motores.

Pero también sería un triunfo del “By Pass” como forma de hacer gobierno y de generar políticas públicas. Sería la instalación de una forma de gobernar por la banda, sin seguir los conductos regulares, que pueden ser malos, anquilosados y poco eficientes, pero son los que tenemos. Hoy es el By Pas en la reconstrucción y mañana el By Pass en la asignación de fondos para programas sociales, educación o salud. No puede existir espacio para la discrecionalidad en los fondos públicos, porque eso es abrirle cuenta corriente al caudillismo y a la prebenda. Por extensión, las encuestas reflejarán un mayor rechazo a La Moneda, que al no pedir la renuncia, ampara. Y la tendencia, en este tema, ha sido a la baja, cosa que no debe tener feliz a los cercanos al Presidente.

Pero si se cumplen los pronósticos y Jacqueline van Rysselberghe se va, renunciando de motu proprio o pidiéndosele la renuncia, abrirá la brecha entre la UDI y RN, nunca sanada desde que militantes disconformes fundaran la tienda de Antonio Varas en 1987. La última gran batalla entre estos aliados-rivales fue la irrupción de Sebastián Piñera como candidato único, dejando en el camino a las cartas gremialistas, cosa que ya había sucedido en las elecciones del 2005, cuando Piñera entró por los palos. Este cisma podría quietarle gobernabilidad al Presidente, convirtiendo a su aliado en una piedra en el zapato, que no solo no le deje gobernar, sino que busque su revancha en las próximas presidenciales, seguramente con figuras como Joaquín Lavín.

Pase lo que pase, La Moneda no tendrá la razón. O se pelea con las encuestas (que en el fondo es divorciarse del ciudadano de a pie) o se separa de su aliado. La asepsia, en política, no existe.

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